El país de mi amigo es un mundo donde sólo existe una especie. Esa gran descendencia del superhombre de Nietzsche. Es una sociedad cooperativa donde los valores humanos y por ende animales confluyen en un interés común. Una realización personal y funcional para el paso por la vida. No existe el método Bokanovsky. Nada es condicionado. Todo es construcción. Aunque no todo es armonía. El estado despersonalizado ha dado lugar a una comuna. A una cohesión vital de avance unísono. Se ha fraguado durante largo tiempo a través de las transformaciones que Zaratustra nos narra. Esa transformación que permite ser un espíritu libre. Ese paso de camello a león y de ese león a niño. Ese camello que es una gran síntesis platónica sobre la base de la humanidad sometida que sabe soportar con paciencia todas las cargas pesadas de la vida. Lo que produce una transformación en león que no es otra cosa que la parte más crítica y perspicaz para destronar los valores imperantes establecidos. Para dar lugar a través de esa simbiosis a una transformación en niño, con esa inocencia característica del devenir de las cosas, esa forma de tomar la vida como un juego, esa lucha más férrea para pertenecer a un mundo dionisíaco. En fin, para hacernos copartícipes de un mundo más embriagador.
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