Bebiendo con la soledad me embriagué en los suspiros del abismo. No un abismo geográfico de un corte vertical, no, el abismo de la inquietud. Una inquietud que tiro mi copa y enredo mi mente. Aquella dicotomía me permitió danzar sin ser visto entre las sombras. Así que me puse otra copa bien cargada, me distraje con el movimiento de la luna y veía como mi cuerpo muerto llamaba la atención de los presentes. Desde entonces hablo y bailo solo entre las sombras.
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