Que liviano es perpetrar una acción conjunta a dos bandas. Que mejor coartada que el mutismo selectivo personal e irreproducible. Lo que hacemos nos conducen por laberintos farragosos que hemos de sortear. Un laberinto anclado por el destino. Andar de forma voluble por el laberinto nos ofrece la posibilidad de interactuar con las rocas. Esas que con su arenisca nos dejan ciegos con un simple golpe de viento. El llanto lava los ojos y nos brindan una nueva visión, una visión tan idónea como fantasiosa. Pero lo más importante no es lo que vemos, sino hacía donde dirigimos la mirada. Debemos saber si miramos con los ojos adecuados porque mientras tanto no debemos fiarnos de nada de lo que vemos.
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