El reflejo es algo que está presente en todas las circunstancias de la vida. Sin embargo el que me fascina es el reflejo de la lluvia porque en ella quedan los vestigios de lo que antaño fue y lo que hoy día sigue siendo igual. El reflejo de un mundo que muta con la lluvia y ensalza de sobremanera los colores, brindándonos un tono más tétrico y apocado, más real. Por tanto el reflejo del mundo es otro, es un mundo más realista que idealista. Pero lo importante es que el reflejo que tengo del mundo es el que encuentro en la planta de mis pies. Mi pragmática inconsciencia me conduce a trazar en ella un mapa del mundo. Donde los viajes andados merman mi existencia y donde el retorno induce a mi melancolía a desvariar y desajustar mi mente. Así que la percepción de los reflejos es inversamente proporcional a lo que estamos dispuestos a ver. Un reflejo encadena una serie de factores determinantes en nuestra existencia, el reflejo de un espejo muestra un espejismo, el reflejo del agua muestra los colores y el reflejo de la vida muestra las arrugas de mis pies, el camino que he andado y lo que mis pies y a los que mis pies han pisado.
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