Al despertarme pude contemplar como quedaban en un gran círculo ascuas y bastantes velas que deberían conformar un dibujo, pero estaban ya consumidas. Mi cuerpo se torno en providencia ante lo que podía pasar o mejor dicho lo que había pasado. Mi mente presentaba una obsolescencia prematura. Tenía la cabeza convulsa y mi nerviosismo fue conducido a un estupor cuando vislumbre aquel escenario. Todo pertenecía a un ritual. El atildado altar aún contenía resquicios de una ofrenda. Había una copa que contenía algo en su interior, así que lo bebí. Fue un sabor muy agrio pero que remojó sin lugar a dudas mi pastoso paladar. Fue entonces cuando recordé algunos recuerdos inconexos que había vivido. Me levanté la camiseta y pude contemplar unas cicatrices, esas cicatrices de ritual que marcaron mi piel pero que dejaron libre mi espíritu. Había abierto mi mente. Fue entonces cuando tras un largo periodo intentando continuar recordar, abandoné aquel cementerio de elefantes…
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