Recuerdo aquel tiempo infructuoso que pasábamos en el banco. Pasábamos horas y horas viendo al nervioso mundo, a sus gentes. Niños deambulando entre juegos, palomas picoteando el suelo en busca de algún tierno bocado, al quiosquero apresurado en despechar a la gente impaciente y transeúntes esquizofrénicos en sus andadas. Ahora más que nunca es cuando lo recuerdo con una pasión incombustible. Recuerdo aquellas conversaciones que nos extrapolaban a nuestra niñez, al mundo completamente diferente que nos tocó vivir y por suerte disfrutar. Con una determinación serena miro el reloj para ver si así avanza más rápido, pero es justo lo contrario, me hace estar más impaciente y sudoroso. Lo que hace que mi lengua enjugue el salado sudor que llega a mis labios. Ahora me sobra demasiado banco, el mundo ya es demasiado grande para mi, por eso es por lo que todavía te espero. Mañana hará un lustro de tu partida de este mundo, así que lo celebraré como te hubiese gustado. Recordándote con una sonrisa, la que tu únicamente me producías, sentado en nuestro banco. Te hablaré como siempre hice, pues aunque no me contestes sé que me escuchas y permaneces a mi lado. Ya que aunque no pueda verte si que puedo sentirte….
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