Mi habitación continua con su olor a tabaco de pipa mientras los alhelíes de la ventana flotan. El sol produce que mis perros tejoneros arañen la puerta para dar un paseo. Así que nos vamos los tres. Llegamos a la playa solitaria y dispar. Donde ellos empiezan a corretear y a ladrar a las olas que amenazantes corren en su busca una y otra vez, mientras yo me siento contemplando el horizonte al tiempo que mi mente se inunda de pensamientos sórdidos y desvencijados. Pues últimamente el esnobismo imperante de la sociedad hace que mi percepción de la vida sea más nauseabunda que nunca. Nunca he tenido gran aprecio a todos los dirigentes que son los que mueven los hilos de la vida. Más bien siempre me han producido un desdén un tanto peculiar, pero han llegado a tal punto que ahora los odio a muerte, no una muerte repentina sino a una perversa e inexcusable. He llegado hasta el punto de odiarlos a muerte por sus meritos propios, pues han sido ellos los que se lo han ganado a pulso. Mi limitada inteligencia subversiva socavada hace que cada día piense con más vehemencia el jugar con pistolas tanto en la paz como en la guerra. Esperando que todo esto explote o acabe definitivamente conmigo. Así que me tiro de cabeza al agua y veo desde dentro como mis perros me acompañan y chapoteamos, para salirnos después y volver al mundo real.
Yo también los odio tío. Y a algunos policías ni te cuento. Si esto estalla algún día.. yo sé cuál es mi bando.
ResponderEliminarMe gusta la imagen de las huellas, lealtad, amistad... siempre irán contigo, siguiendo tu camino, hasta que mueran.
Pástae por mi blog, un saludo! Te sigo!