Mi viaje comenzó un día neblinoso. La travesía en barco fue el inicio de una gran experiencia, y vaya si lo fue. En mi camarote dejé mi mochila y me tumbe en la cama, mientras bocarriba me fumaba un pitillo. Salí a cubierta y estaba ya anocheciendo. Me asomé por la borda y pude ver como el barco cortaba el mar que se tornaba ya oscurecido. Me saqué un cigarro y lo encendí mientras con la otra mano sacaba mi reloj de bolsillo. De pronto éste se me escabulló de las manos e iba derecho a convertirse en un tesoro marino. Lo intente coger y junto con él, me zambullí en el agua. En la caída me había encontrado con el reloj, por tano mi preocupación fue la de conseguir que alguien me escuchara. Pero el sonido de los motores que se alejaban poco a poco, enmudecían mis palabras. En cuestión de segundos todo quedó oscuro y no distinguía el cielo del agua. Pues no había luna, sólo un inmenso espacio vacío. Lo primero que pensé es que me acechaba el fin y que resurgía la sombra del destino sobre mí. Así que comencé a nadar. Ya con el sol abrasador y habiendo estado más de diez horas en el agua, veo a lo lejos una venerable isla, con unos frondosos y nudosos arboles verdes. Tras salir completamente arrugado y agotado, no pude dar más de dos pasos y tenía la sensación de tambalearme estando sobre tierra firme. Quedando durante un rato encalado entre el vaivén del oleaje. Fueron tras semanas posteriores cuando ya tenía autonomía en la isla. Tenía animales, frutos y agua. También dispuse de una base bastante funcional, nada de extravagancias ni pasiones incontrolables. Con el transcurrir de los días, mis pensamientos comenzaron a ir mal dirigidos y llegaron al colmo de la depravación. Pues era un proscrito y olvidado en y por el mundo. Y esa idea prevalecía sobre las demás en mi cabeza. Llevaba tanto tiempo en aquella isla que ya no me tenía a mi mismo simpatía, perdón y mucho menos piedad... Han debido de pasar al menos diez años desde que deje de escribir; y sólo puedo decir que padezco una inexorable desdicha. Mis condiciones son de tal perversidad que soy un esclavo de la muerte, aunque eso si, por ahora sólo en vida. Mañana ya veremos porque por lo pronto amanece que no es poco…
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