Apocado en un rincón, conecté una bombilla a una pila de petaca. Fuera en la calle había una tormenta descomunal y el circuito eléctrico estaba afectado. Así que estaba completamente solo, sin tele, internet y mi comunicación se limitaba a los rumores efervescentes de mi cabeza. Había un silencio sepulcral y recordaba tiempos pasados. Aquellos momentos fáciles, difíciles e imposibles que por suerte me tocó vivir. Pensaba también que la vida seria precaria sin electricidad. Pensaba en la humanidad y llegué a la conclusión de que ciertamente somos unos parásitos de la tierra. Unos entes que deambulamos a nuestras anchas mientras amoldamos la tierra a nuestro antojo. Sin preocuparnos de su flora y fauna, donde una hoja de papel en un billete es más importante que la hoja de un árbol. Donde el océano, otro mundo aparte, lo expropiamos a nuestro servicio, el de los mercados. Sé que no debo darle tanta importancia a estas cuestiones y que no debo avivar el fuego constantemente, pero es que cuando el mundo calla sé lo que me otorga….
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