Me desperté exaltado y con una frialdad serena e impasible al ver aquel lugar. El pequeño habitáculo en el que había despertado y al que no sabía cómo había llegado era sin lugar a dudas el sitio más tétrico en el que había estado. Mi mente se enzarzaba en agudas ideas para que dieran explicación sobre ¿Qué hacía allí? Y ¿Cómo había llegado? Pero no llegaba a ninguna conclusión. Sabía que mi actitud indolente, impertinente y bastante rebelde me conduciría hacia el caos, pero no sabía que tan pronto. La bombilla de la habitación emitía chasquidos al tiempo que se encendía y se apagaba sin cesar. Había un pequeño panel de corcho con un zigzag de chinchetas y una carta. La misiva decía escuetamente que me aventurara en el pasillo, sin ninguna palabra más. Sabía que no podía excederme en mis actos y que debía hacer caso. Pero un cuerno, jamás he permitido que nadie me diga lo que debo de hacer. Abrí la puerta y el pasillo era húmedo, frio y oscuro. Ideal para una película de terror, pero por desgracia para mí no estaba en una película, era una situación insólita de mi vida. Andaba con una incesante pretensión de agobio, asfixia y nauseas. Ya que estaba descalzo y el olor era cuanto menos insoportable. Pensé que no debía andar a hurtadillas por el pasillo, pues fuera por lo que fuera por lo que estaba o por quien estaba allí, se que quería que llegara hasta al final. Una vez en el final aguante la respiración y cruce la oscura puerta con los ojos cerrados, quería ver con mis instintos, pero vaya gilipollez, veía aun menos. La contigua habitación estaba completamente oscura salvo por un pequeño claro de luz en lo que debía ser el medio de la estancia. Así que fui hacia la luz. Justo en el suelo había un vaso de leche y chocolate blanco. De pronto escuche que unos pasos se acercaban, pero como estaba tan oscuro y había eco no sabía por dónde venían. De pronto me agarraron por los hombros y me asuste al ver que quien me agarraba tenía una careta de caballo. Quede sorprendido pero solté una ligera carcajada que relajo mis tensos músculos. No me dijo nada, solo hizo un gesto con el dedo índice para que lo siguiera. Me llevo a otra sala, oscura también, con una mesa circular y gente con las idénticas caretas sentadas a su alrededor. Me dejo frente a una silla con una careta y una túnica encima de la mesa. Y mientras las observaba, una especie de deidad deformada comenzó hablar. Me dijo que yo debía ingresar en aquel culto si quería acceder a una salvación. Pensé que estaban locos, pero me interesaba saber que lógica había en sus mentes. Así que accedí a la salvación del culto. Me asignaron un maestro que era el que iba a enseñarme las directrices del culto así como todo lo que debía de saber. Me condujo a una pequeña comuna y me dijo que mañana por la mañana empezaría mi instrucción, que ahora debía descansar y vaciar mi mente. Fue entonces cuando comencé a escribir todo esto. Pues lo que comencé a escribir después era como llevarme aquella careta y escapar de aquel inhóspito lugar…
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