La inmaculada conciencia de los infantes siempre llena de alegría cada situación. Nacemos para perecer pero mientras tanto, algo llamado vida, es los que nos conducen hasta la eternidad. Una eternidad individual más propicia de la locura que de una suntuosa salvación. Son vitales las primeras necesidades fisiológicas, pero más tarde esas pequeñas plantas de los pies trazaran un mapa del mundo al ser pisado. Con unas sensaciones tan inimaginables y sorprendentes que ni los éforos podrían sopesar. Es preciso ataviar a esas frágiles vidas una visión emancipadora de su propio ser. Nada debe de imponerse ni se tiene que perpetuar una idea por muy perfecta que sea, eso propicia que no salgan nuevas ideas que den explicación a las tremendas desigualdades que acometen todos los actos de los que una vez crearon, para después todo hacerlo mierda….
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